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domingo, 7 de febrero de 2016

LA CATEDRAL DE LA ALMUDENA


Conferencia realizada para Emanuela Gambini para La Fundación Villa y Corte
Fecha: 2 de Febrero 2016
Lugar: Sala Capitular de la Catedral de la Almudena de Madrid
 

LA CATEDRAL DE LA ALMUDENA LA DÉCADA PRODIGIOSA 1983 –1993

Reservados todos los derechos sobre los textos e imágenes de esta conferencia

 
AGRADECIMIENTOS

Invitada por Don Ángel Manuel García, Presidente de la Fundación Villa y Corte a participar en unas charlas sobre la Catedral de la Almudena, charla compartida con muchos amigos que hicieron posible la realización de las obras de la Catedral con su esfuerzo y con su dedicación, no quiero empezar a trazar unas pinceladas de las obras de nuestra Almudena sin expresar en primera persona el agradecimiento a Ángel Manuel. Fue un activista constante y silencioso siempre manteniéndose en segundo plano pero sin su ayuda  inestimable nunca hubiéramos podido llegar a "terminar" y digo terminar entrecomillado porque nunca se termina una catedral y nunca hubiéramos podido llegar a disfrutar del templo catedralicio cuanto menos arquitectónicamente cerrado.

ANTECEDENTES

La prehistoria de la catedral o sus antecedentes históricos. Antes de entrar de lleno en el tema que nos atañe: la catedral de la Almudena, conviene dar algunas pinceladas sobre sus antecedentes, que si bien nunca se han podido documentar científica ni históricamente, como transmisión oral y escrita con cierto viso de autenticidad han sido recogidos por
numerosos historiadores y divulgadores de la historia que nos concierne.

No está probada la existencia de una basílica visigoda como estructura inicial de la que puede ser una primitiva mezquita, luego consagrada como templo de Santa María.

De ser ciertas las pocas documentaciones existentes: una verja, una rejería, un grabado del 1700, también contradictorios con otros documentos fotográficos del 1869, el emplazamiento del templo de Santa María tuvo que estar ubicado en las confluencias de las actuales calles Mayor y calle Bailén.
 

Se conservan como documentos una fehacientes litografías de 1.850 y un levantamiento topográfico del 1900, que no vienen avalados por ninguna traza arqueológica documentada ni por unos planos con exactitud científica.

La mejor y más fiable aportación se consigue de los documentos contables, títulos de fundaciones de capillas y desde el siglo XVI los viajeros y los cronistas de la villa son la fuente de información más certera.

Se conservan planos de la reforma del 1777 de Ventura Rodríguez y la maqueta de Gil Palacio de 1830, siempre representada por los investigadores como el documento gráfico más verosímil, que no quiere decir inequívoco, pues también tiene algunas lagunas.

No entramos a tratar la vinculación de la imagen de Santa María de la Almudena con la primitiva, pues los que me han precedido en este ciclo de conferencias y lo que me seguirán, seguramente más preparados que yo en la materia, nos ilustrarán mejor.

Nuestro tema es la arquitectura y a ello nos ceñimos. La proximidad del solar donde se ubicaba la Iglesia de Santa María estaba cerca del antiguo Alcázar, hoy  palacio real.
 

Se sabe que este solar, y está documentado, se eleva a 642 m sobre el nivel del mar, y la colina que nos ocupa, a la orilla izquierda del Manzanares, está formada por tierras areniscas de poca o nula consistencia.

En la 1317 siendo rey Pedro I, el arzobispo de Toledo, don Gutiérrez Gómez, deniega la concesión del título de Cabildo a beneficio de Santa María y por primera vez aparece un documento que utiliza el término de parroquia de Santa María.

Después de un período de máximo esplendor en los siglos XVI y XVII, viene una época de declive y decadencia de la iglesia de Santa María que pierde apoyos reales, feligreses, donaciones etcétera.

El MADOZ, diccionario por excelencia y “vade mecum” de todo estudioso nos dice: en el 1823 sólo se contaban 500 vecinos de Madrid cerca de Santa María. El número de eclesiásticos que regían u oficiaban la parroquia era muy reducido y en 1848 sólo había: un párroco, un beneficiado, dos tenientes, un capellán penitenciario, un colector, tres capellanes de número y tres agregados.

Esta circunstancia y otras nos conducen sorprendentemente a la demolición total del templo en el año 1868 en pleno Siglo de las Luces, cuando en nombre de la "cultura y el progreso" los gobernantes no tienen ningún reparo de hacer desaparecer cualquier vestigio histórico. Defensor a ultranza del derribo total fue Amador de los Ríos en su estudio "EL FUTURO DE MADRID “publicado en 1868 por la Biblioteca Universal Económica.

En esta época Madrid se despidió de la Cruz del humilladero, de tradición secular, ubicada en la plazuela del Ángel, de la iglesia de San Felipe Neri, del templo de San Pedro en Puerta Cerrada, de la iglesia de San Juan en Ramales y un largo y oscuro etc.

El 11 de junio de 1912 la Dirección General de impuestos pide a la Delegación de Hacienda de Madrid, aclaraciones sobre los ingresos realizados por D. Cándido Luque en la venta de los solares objeto de los derribo ya efectuados. Este hecho constituye un precedente muy poco conocido pero de gran trascendencia a la hora de proceder a la construcción de la futura catedral.                

IDEAS PARA UNA CATEDRAL

Carlos V tuvo el propósito de construir una catedral bajo la advocación de Santa María de la Almudena. El papa León X otorga una Bula favorable en julio de 1518, sin embargo el cardenal de Toledo Guillermo de Croy se opone.

En el año 1542 hubo otro intento por parte del Consejo de la Villa que también fue denegado por el Cabildo de Toledo.

En 1576 el Consejo de la Villa eleva al Rey Felipe II la misma petición que sigue igual suerte de los intentos anteriores. Se opone el cardenal Rojas y Sandoval, a pesar de una nueva Bula concedida por el Papa Clemente VIII (1592 -1605). En este caso se pierden medio millón de ducados ofrecidos por la Reina y otros 150.000 ducados ofrecidos por el Ayuntamiento.

Isabel de Borbón en la 1623 ofrece 60.000 ducados y a esto se suman otros 200.000 del Ayuntamiento que se complementan con la adjudicación de los terrenos de la casa del Duque de Medina de Rioseco, contiguos a la antigua iglesia de Santa María, ya derribada.

En 1623, 15 de noviembre, se pone la primera piedra, con toda solemnidad en presencia de Felipe III, pero los fondos prometido por el Ayuntamiento no llegaron y las obras no empezaron.

En el año 1669 la reina Mariana de Austria, esposa del Rey Felipe IV, retoma el tema, pero ya no habla de una catedral, sino de una Colegiata, intentando incluso de que estuvieran en ella canónigos de la orden de Santiago, traídos de San Marcos de León, así como su esposo el rey Felipe IV trajo de Valladolid religiosas Comendadoras de Santiago para fundar el Real Monasterio de las Madres Comendadoras de Santiago.

Con Felipe V, el gran arquitecto italiano Felipe Giuvara, llamando a proyectar el nuevo Palacio Real de Madrid incluye en la propuesta una catedral vinculada a Palacio, la prematura muerte de Giuvara y la no conformidad del rey por el emplazamiento propuesto, dejó este nuevo intento sin prosperar.

Carlos III, que había encomendado la consecución de las obras del Palacio Real al arquitecto italiano Sachetti, recibe de éste una propuesta muy interesante: la ampliación del espacio destinado al Palacio Real, donde por primera vez aparece, en la coronación de la cornisa panorámica de Madrid, el palacio y la catedral ubicados en el actual emplazamiento. Una propuesta similar la hace también el arquitecto Sabatini, considerando insuficiente la longitud del espacio destinado a la obra cumbre de la ciudad de Madrid.

Hay que esperar hasta el año 1851, después del Concordato entre la Santa Sede y el Estado español, para qué se retome el propósito de construir el templo Catedralicio de Madrid.

Se decide convocar un concurso internacional con el objeto de preparar un proyecto para una iglesia que tenía que ser la más grande y el proyecto más ambicioso del mundo cristiano, representando también a los cabildos de las catedrales de ultramar.

En el año 1884 con una Bula del papa León XIII (1878 -1903) queda acordada la nueva diócesis de Madrid-Alcalá, con sede a establecer. Hubo nuevos intentos por parte del cabildo de Toledo para impedir que Madrid se independizara, y de hecho en 1886 se nombra la iglesia de San Isidro como catedral en función a "sufragáneas" de la de Toledo. Esta situación se mantiene hasta al año 1964 en el que por la Bula del papa Pablo VI se crea, por fin, la diócesis de Madrid y el primer arzobispo fue don Casimiro Morcillo González.

SIGLO XIX – PRINCIPIOS SIGLO XX

En el año 1868, 22 de diciembre, se nombra una comisión para recaudar fondos. El valioso apoyo del rey Alfonso XII y de la reina Mercedes son decisivos para la adjudicación del solar contiguo a la plaza de la Armería.

En septiembre de 1879 se presenta en el Ayuntamiento y en el Ministerio de Hacienda un proyecto firmado por el Marqués de Cubas, que queda aprobado en el mes de octubre de 1881.

El arzobispo de Toledo en estas circunstancias no tuvo otra alternativa de conceder la creación de la diócesis de Madrid, ya “no sufragáneas" a la de Toledo, con templo catedralicio en los terrenos cedidos por el Rey y que se empezaría a construir con el dinero recaudado desde1879, consagrando dicho templo a la virgen de la Almudena.

En el año 1883, en el día 4 abril, se puso la primera piedra en presencia del Rey, viudo, pues su esposa había fallecido pocos meses después de la boda y sin descendencia. Propósito del Rey Alfonso XII fue que los restos mortales de su esposa reposaran el la Catedral de la Almudena, ya que no tenía derecho a una sepultura en el Panteón de reyes del Escorial, por no ser madre de Rey.
 
La prematura muerte del rey Alfonso XII en 1885 no fue causa de paralización de las obras,
que nuevamente encontraron un valiosísimo apoyo en la Reina Doña María Cristina y en el Rey Alfonso XIII, así como en la Infanta María Teresa, hermana del rey, que vivía justo enfrente de donde se estaba construyendo el templo y fue ella la fundadora en 1912 de la Corte de Honor de la Almudena, cuyo centenario conmemoramos este año.
 
- PRIMER ARQUITECTO

El primer proyecto de Cubas seguía la tendencia de proyectar para la construcción de una Colegiata, según el estilo imperante del gótico del siglo XV. Sólo más tarde y no sin unos cuantos desánimos, recogidos en sus escritos al Monarca por no sentir el respaldo que se esperaba, proyecta por fin su Catedral en una explosión de un neogótico florido y ecléctico, rico de torres, pináculos, torrecillas, arbotantes y cuantos decorados conllevaba según el criterio de la construcción cristiana por excelencia desde la época del Viollet-Le-Duc.
 

- SEGUNDO ARQUITECTO

El marqués de Cubas muere en 1899 y le sigue Miguel Olavarría, que sin cambiar un ápice del proyecto de Cubas, dirige las obras de la cripta hasta su muerte que se produce en el año 1904. El material empleado en la construcción de la cripta es una piedra arenisca, proveniente de Portugal y no muy buena; también se trajo de Portugal la piedra blanca de Luque, que tiene la característica de abrirse en lajas por donde se filtran las aguas y cuando hielan revientan la piedra. Se utilizó esta piedra por ser económicamente más conveniente que la española "piedra de Colmenar" que, teniendo un aspecto muy frágil por sus coqueras, sin embargo, una vez extraída de las canteras adquiere una dureza y una consistencia muy considerables.

- TERCER ARQUITECTO

La gran aportación de Olabarría a la construcción de la cripta son todos los dibujos de los casi 400 capiteles de las columnas. Tallados en la misma piedra de las columnas, son una auténtica joya arquitectónica del siglo pasado. La muerte sorprendió Olabarría en mayo de 1904, antes de cerrar las bóvedas de las capillas absidiales. Interviene don Enrique María Repullés y Vargas que continúa hasta su muerte en el año 1922.

-  CUARTO ARQUITECTO

Durante este período, como colaborador de Repullés y Vargas, interviene don Juan Moya, maestro mayor de palacio, que prosigue las obras hasta su muerte en 1930.

La cripta terminada la bendice el obispo de Madrid - Alcalá el 8 noviembre de 1886, pero no se consagra definitivamente y no se abre al culto, hasta 25 años después concretamente en 1911.

En estos años la cripta queda definitivamente terminada así como las escaleras de bajada y subida al templo. El 8 de septiembre de 1910 Repullés levanta el primer pilar exento de la futura catedral.

Manteniendo su propio estilo los pilares que levanta Repullés dentro de la catedral se reconocen fácilmente, pues son los únicos que tienen los capiteles labrados a diferencia de los pilares que luego levantarán Chueca y Sidro, donde sólo se deja el sólido capaz para futura talla de los capiteles, ya que en estos años no gozaron precisamente de una buena disponibilidad económica.
 

FASES FINALES

Las fases finales podemos dividirlas en dos etapas primera etapa entre los años 1944 -1982, y segunda etapa desde los años 1983 -1993.

Etapa Primera (1944-1982)

-  QUINTO ARQUITECTO

Interrumpidas las obras en 1930 por la delicada salud de Juan Moya, éste viene sustituido por don Luís de Mosteiro, que sigue levantando pilares exentos de la que tendrá que ser la futura catedral. En 1936 se paran todas las obras. La cripta ya en uso, sufre destrucciones, saqueos y expolios de cuantos bienes se habían reunido en su interior.

En el año 1944, el marqués de Lozoya, Director General de Bellas Artes, hombre súper culto y muy sensible a la estética arquitectónica, observó que la tendencia estilística había cambiado radicalmente y una catedral neo-gótica, como prolongación y término de la macla del Palacio Real, barroco-clasicista, en la coronación de la cornisa de Madrid era no sólo chocante sino también agravante en la comparación con palacio, puesto que la mole alargada y lineal, quedaba repentinamente interrumpida por una construcción en altura tres veces más que le propio palacio y le hacía desmerecer en grado sumo.

Por estas y otras razones el Marqués de Lozoya decide convocar un concurso de ideas, marcando, en las bases unos términos que, para los iniciados de la compleja tarea de la arquitectura, son cuanto menos difíciles de asumir. Las bases rezaban: "sin desmontar una sola piedra ya levantada hasta el año 1930, proponer una solución arquitectónica que armonice con la estética del Palacio Real, y que en la comparativa éste no desmerezca".
 
Si se tienen presente las dimensiones de los intercolumnios de una   planta gótica,  es fácil comprender que no tiene nada que ver con el intercolumnio barroco mucho más amplio y separado. También las proporciones en altura son completamente diferentes entre los dos estilos: el barroco es envolvente mientras que el gótico es explosivo. Si a esto añadimos que la Catedral de la Almudena es en síntesis un edificio de dos plantas, como cualquier casa de piso y que los elementos estructurales, léase: pilares, vigas o arcos, ya estaban construidos y funcionantes, el ejercicio de arquitectura era aún más complicado.
 
-  SEXTO Y SÉPTIMO ARQUITECTO

Dos jóvenes arquitectos Carlos Sidro de la Porta y Fernando Chueca Goitia, se atreven a participar en el concurso y por ello elaboran una maqueta, hoy custodiada en el Museo Diocesano, que costó a la sazón 160,000 pesetas. Los jóvenes arquitectos no disponían de este dinero y tuvieron que pedir ayuda a las respectivas familias. Ganaron el primer premio del concurso.

En 1949 el Alcalde don José Moreno Torres, ofreció a los jóvenes arquitectos de reconvertir el proyecto teórico del concurso en un proyecto ejecutivo para poder realizar las obras. Se crea una comisión de seguimiento y una junta formada por el Patriarca Obispo de Madrid - Alcalá, el alcalde y el primer teniente alcalde. En 1950 empiezan las obras.

 
En este momento es preciso reseñar que los jóvenes arquitectos dependía de tres organismos distintos, pero igualmente sobrados de autoridad, para hacer valer sus criterios: por una parte la cesión de los terrenos que, como hemos visto, fueron cedidos por el Rey, sin embargo la monarquía en este momento no actúa, pues el Rey exiliado no tienen voz en el nuevo orden imperante. No así el Ayuntamiento que había contribuido con la compra de más terrenos, amén de aportar fondos y autorizar suscripciones populares. La Diócesis estaba pero intentaba no llevar la voz cantante, aún cuando lo que se iba a construir era una catedral. La tibieza de la Diócesis se mantuvo hasta la muerte del Cardenal Tarancón, aduciendo que la excesiva proximidad con palacio (poder político ya no monárquico) no pronosticaba bien para situar en frente el poder eclesiástico que representaba la catedral. Otro en discordia era el Ministerio de Obras Públicas que controlaba los fondos recaudados, así como  los gastos que se devengaban. Estas circunstancias determinaron que las obras no empezaran con un programa coherente, más bien según el deseo de la autoridad que en el momento preciso tenía más poder.

Se ordenó empezar por el claustro que quedó completamente terminado en 1955. El motivo que primó sobre todo, fue la proximidad con la calle Bailén. El Ayuntamiento deseaba acabar de configurar esta ancha calle que termina con el viaducto.

El nuevo Alcalde, el Conde de Malladle, sin embargo deslazó el punto de trabajo en la fachada principal que mira al palacio.

Es en este momento cuando Sidro y Chueca se encuentran con el primer gran problema técnico que les obliga a reformar su proyecto del concurso.

El proyecto de Cubas, ejecutado hasta este momento, terminado en su planta de la cripta y elevándose ya los pilares de la planta superior, habían podido cimentar, a 76 m de profundidad, todos los elementos estructurales que configuraban su planta. Cubas en la fachada principal había proyectado dos grandes torres flanqueadas por dos torretas más pequeñas.

El proyecto del concurso sólo preveía dos torres que estaban ubicadas en la vertical de las torretas pequeñas de la planta de Cubas. Aun así en la maqueta del concurso eran mucho mas corpulentas de las que se pudieron levantar.

Entre los 1951 y 1961 se trabajó intensamente, no sólo se levantó la fachada principal, se cubrieron la nave central y las laterales, así como se trabajó en el ábside, en la girola y en las capillas radiales.

A la llegada a la alcaldía de don Carlos Arias Navarro, los intereses se centraron en otros menesteres urbanísticos como viaductos, plazas etc. y las obras de la catedral vuelven a quedar en ralentí.
 
           En 1976 se puede decir que estaban construidos los dos tercios del templo.
 
Etapa Segunda (1983-1993)

El análisis de las obras ejecutada nos lleva a considerar que la Catedral de Madrid es una obra encorsetada. Tiene por un lado la plaza de Armería como punto de partida y al lado opuesto la Cuesta de la Vega. En el otro sentido se cierra entre la calle Bailén y la bajada al Campo del Moro. Cuando Sachetti proponía a Carlos III, y luego lo refrendó también Sabatini, ampliar los terrenos de palacio, tenían mucho ojo clínico. Lo mismo que tuvieron Chueca y Sidro cuando, alineando la silueta del templo con la cornisa de palacio, sintieron la necesidad estética de abrigar la construcción de la catedral con dos cuerpos que formaban plazas y volúmenes muy propios para armonizar la composición.

Sin embargo todo quedó a medias. De los cuerpos que enmarcaban la fachada del crucero por el lado de levante sólo se realizó el edificio del obispado. Con el otro cuerpo saliente se hubiera conseguido un efecto telescópico que hubiera engrandecido el empaque de la fachada al fondo.

El efecto de la calle Bailén donde el Palacio continúa con el cuerpo del Obispado es majestuoso. Sobre el campo del moro, la porosidad de la arquería proyectada por Chueca y Sidro, así como la prolongación del cuerpo de la Armería de Palacio hubiera coronado Madrid, compitiendo con las mejores vistas de otras ciudades del mundo.

Volviendo a nuestro templo es importante considerar que entre los años 1969 y 1976 las obras no pararon, pero el ritmo es agónico, sólo en 1976 se hace un tímido intento de fundar un Patronato, siendo alcalde de Madrid don Juan de Arespacochaga. Este patronato duró sólo dos años 1976 -1978 y recaudó aproximadamente 25 millones de pesetas.
 

-  OCTAVO ARQUITECTO

En 1985 es nombrado cardenal de Madrid don Ángel Suquía Goicoechea y por primera vez el tema de la construcción de la catedral lo coge en su mano y lo hace  propio un Cardenal de Madrid. En 1983 había muerto Carlos Sidro y lo que se proyecta a partir de este momento queda sólo en manos de Chueca con la colaboración de Emanuela Gambini. El Cardenal Suquía promueve un nuevo Patronato y nombra un comité ejecutivo presidido por el General don Álvaro Lacalle Lelup. El cardenal designa como su representante y delegado al entonces vicario, hoy monseñor, don Antonio Astillero Bastante.

No es el caso de citar a todos los miembros de las dos corporaciones, pues lo que nos ocupa es el tema arquitectónico, pero no puedo no agradecer, siendo el último arquitecto vivo de las obras de la catedral, la ingente labor que desarrollaron todos y cada uno de los que representaron el Patronato y el Comité ejecutivo, en grado sumo. Estoy segura que mi agradecimiento estaría compartido por todos los ocho arquitectos que hemos puesto nuestro granito de arena para que Madrid tuviera su catedral. A día de hoy, en el año 2016, este segundo Patronato no ha sido extinguido legalmente.

Como curiosidad aportamos algunas cifras: entre los años 1985 y 1990, la campaña para recaudar fondos recaudó entre los fieles 1.200,000 pesetas. El entonces Presidente del Gobierno, don Felipe González se sumó productiva e inteligentemente a esta iniciativa y promovió una aportación muy cuantiosa procedente de sectores empresariales etc. Gracias a este dinero y con el respaldo eclesiástico, monárquico y político las obras despegaron y a ritmo casi frenético se dibujaba para terminar la catedral.

La aportación de Chueca fue muy importante y loable: Bajó la altura de la nave central de 34 m a 25 m, sustituyó las bóvedas de crucería por arcos fajones y creó unos formeros autoportantes de unión entre los arcos fajones. Simplificó los ventanales tripartidos góticos, manteniendo la sola esencia del ventanal triforio despojado de todo elemento decorativo. Eliminó el coro central transfiriendo el altar principal en el cruce de las naves principal con la nave del crucero, es decir justo en el centro del templo, de este modo los cuatro brazos quedan sin impedimentos y se multiplica el espacio útil para las feligresía. Trasladó el altar de la virgen desde el testero principal al testero de poniente de la nave del crucero, creando, de este modo, una iglesia dentro de la propia catedral. Supo encontrar el equilibrio compositivo de la fachada principal, enlazando las dos torres con una espadaña, a la que se le dio muchísimas vueltas para considerar la que fuese la mejor y la más acertada.

La solución de la fachada principal con una composición lineal, huyendo de los arcos y de una verticalidad muy comprometida, frente por frente con Palacio es sin duda un acierto y un acto de molestia. También sirve para ocultar o enmascarar la catedral gótica que sigue a la fachada principal.

El elemento que más nos ha preocupado y que, sin lugar a duda, más discrepancia creó entre Chueca y Gambini, fue la solución que se iba a dar al cierre exterior del encuentro de las naves principal y del crucero: ¿Cimborrio o Cúpula, Cúpula o Cimborrio?

Cualquier solución pasada por resolver en planta otro de los problemas heredados. Los pilares torales elevados sobre el esquema gótico, quedaban demasiados próximos y una cúpula o cimborrio, cimentando sobre estos pilares hubiera resultado demasiado pequeño. Don Luís Moya, siempre que nos veía, insistía que teníamos que ensanchar la cúpula.

En esta tesitura desechamos cimentar sólo sobre los pilares torales, es decir: se tomaron como punto de arranque los 16 pilares que circundaban a los 4 torales y se hizo una plataforma de arranque ampliándola a los 16 pilares circundantes y desde este punto arranca el remate final: cúpula o cimborrio.

Personalmente siempre me decanté por una gran cúpula y así la dejé dibujada. Mi distorsión profesional me acerca a la Roma clásica y no admitía concesiones. La catedral de Madrid pedía mi cúpula. Chueca, madrileño y muy hecho a los magníficos chapiteles madrileños, dudó hasta la saciedad. Se ensayó también una estructura de hierro visto muy interesante pero como siempre la última palabra la tiene el dinero.

En la reunión promovida por el entonces Presidente del Gobierno con todos los empresarios estábamos Chueca y yo en estas disquisiciones y ciertamente la gran cúpula resultaba más cara. Se prepararon los presupuestos para presentarlos al Presidente y Chueca, por miedo que no se terminase de cerrar su catedral, no se atrevió a pedir el dinero para la cúpula.
 

Al llegar el momento de construirla, faltaban casi 1.000 millones de pesetas. El presidente del Comité ejecutivo, general Lacalle se plantó y dijo que si en aquel momento hubiéramos hablado de los 1.000 millones para la cúpula los habría pedido, ya era tarde y él sólo tenía una palabra. Así yo me quedé con mi sueño y Fernando hizo su chapitel.

Otra curiosidad es la incomprensión, casi generalizada, de la solución de la fachada principal que arranca sobre una escalinata. Cuando sólo se escuchaba el grito de “catedral dependa est" nadie se daba cuenta que nuestra catedral es como ya se ha dicho, una Iglesia de dos plantas. La planta baja, la cripta neo-románica, terminada y abierta al público desde el año 1911, termina más arriba de la plaza de la Armería, por lo tanto aquella descabellada propuesta de ampliar dicha plaza, derribando la inacabada catedral, hubiera desmochado también la crítica, que por tener más de cien años ya gozaba de la protección del patrimonio.

Nuestra maravillosa aventura, de la que me siento muy orgullosa de haber podido participar, culmina con la consagración de la Catedral el 13 junio 1993, bendecida por el papa Juan Pablo II en una muy solemne ceremonia, presidida por SS.MM. los Reyes de España, que como, hemos podido comprobar en esta pincelada sobre la historia de Madrid, siempre estuvieron al lado de la catedral de Nuestra Señora de Almudena.

Una catedral no termina nunca y al Deán de la Catedral le compete seguir con la ardua tarea de vestirla por dentro y por fuera. Ya mucho se ha hecho, y por esta compleja y apasionante tarea nuestra Catedral está en las mejores manos.

A lo largo de tantos años hemos tenido grandes colaboradores. La empresa de don Nicasio Pérez hizo todas las obras hasta la parálisis de 1961, luego ha seguido la empresa de don Ángel César Beltrán, desgraciadamente uno y otro nos han dejado, pero su recuerdo siempre nos acompañará.

 

 
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